Al momento de recibir el diagnóstico de tu hijo, probablemente escuchaste muchas palabras que te parecieron de otro idioma, difícil de comprender y con información completamente, nueva y muchas veces, compleja de procesar. Nombres de especialistas, dificultades asociadas a la condición y términos clínicos propios del diagnóstico; uno de esos es el “Trastorno sensorial” o “Trastorno sensoriointegrativo”.
Según el manual diagnóstico DSM-V, uno de los criterios para definir el Trastorno del espectro autista (TEA) es: B.4 «Hiper- o hipo-reactividad a los estímulos sensoriales o interés inusual en aspectos sensoriales del entorno«, pero ¿qué significa todo esto?
Los sentidos, canales sensoriales
Para comprenderlo, primero hablaremos sobre los sentidos. Normalmente hemos sido educados para comprender que el ser humano se relaciona con el entorno a través de los cinco sentidos: el gusto, el tacto, el olfato, la visión y la audición; sin embargo, lo cierto es que el ser humano se relaciona a través de los sentidos esteroceptivos (los cinco sentidos ya mencionados, sentidos que provienen desde el exterior) y los propioceptivos (que provienen desde el interior del cuerpo) compuestos de los sistemas propioceptivos, vestibular e interoceptivo.
El sistema propioceptivo es el encargado de entregarme la información de mi propio cuerpo en el espacio, por ejemplo, al bailar siguiendo una coreografía, no necesitas mirar cada parte de tu cuerpo para saber si estás siguiendo el movimiento que te solicita la instructora, porque simplemente lo sientes. Esto es gracias a las articulaciones y los músculos de tu cuerpo.
El sistema vestibular es el encargado de entregarme la información del posicionamiento de mi cabeza en el espacio, afectando directamente a funciones de equilibrio, postura, coordinación, entre otras. A modo de ejemplo: vas en el autobús camino a casa, cansado y soñoliento hasta que tus ojos se cierran, pero gracias al sistema vestibular, lograrás sentir si el autobús dobla, frena, acelera o salta, a pesar de tener tus ojos cerrados. Esto se produce gracias a los órganos ubicados en el oído interno que tienen como misión, captar los movimientos de la cabeza, siendo muy sensibles a éstos.
El sistema interoceptivo es el encargado de entregarme la información visceral de mi cuerpo, es decir lo más interno. Por ejemplo, la sensación de hambre, dolor, saciedad, control de esfínter, etc.
¡Ahora podemos decir que ya conocemos nuestros 8 sentidos!
¿Qué es la Integración Sensorial?

Para continuar, hablaremos sobre la integración sensorial y cómo se relaciona a un trastorno sensorial. Cuando acudimos al neurólogo/psiquiatra habremos recibido un listado de instrucciones y recetas médicas con derivaciones. Una de ellas es “intervención con terapia ocupacional, integración sensorial”. Pues bien, la Integración sensorial es un “proceso neurobiológico por el cual el cerebro recibe, procesa e interpreta un estímulo y en base a eso, genera una respuesta adaptativa al contexto”; llevándolo a un ejemplo: mi oído escucha una voz y mi cerebro se dispone a ponerle atención, porque le parece conocida y por tanto, relevante; luego, mi cerebro procesa la información auditiva y la interpreta como la voz de mi madre, entonces mi respuesta (conducta) será escuchar atenta qué tiene para decirme.
Cuando comenzamos a ver conductas que no son adaptativas, es decir, inadecuadas al contexto, entonces podemos comenzar a sospechar de un trastorno sensorial o trastorno de la integración sensorial. Estas conductas pueden apreciarse en cualquiera de los 8 canales sensoriales (sentidos) ya revisados anteriormente, observando conductas como: aleteo, sobrerreacción a sonidos sorpresivos como la aspiradora, secador de pelo, motocicletas, etc.; intolerancia a algunas texturas en alimentos, preferencia por andar descalzo, inquietud motora, rechinar de dientes, caminata en puntas de pie, hacer girar objetos cerca de su campo visual, entre otros. Es entonces cuando debes acudir a un terapeuta ocupacional certificado en integración sensorial para que evalúe las características del trastorno sensorial en tu hijo, que por cierto, es individual en cada persona.
Una de las dificultades en el procesamiento sensorial, al que se hace más alusión está relacionada con los perfiles sensoriales. Recordando el criterio diagnóstico DSM-V: “Hiper- o hipo-reactividad a los estímulos sensoriales”, vamos a entender como Hiperreactividad a la sobrerreacción frente a un estímulo de cualquier canal sensorial. Ejemplo de sistema auditivo: molestia a sonidos fuertes, pudiendo ir desde una simple molestia a una crisis sensorial. Y entenderemos por Hiporreactividad al pobre procesamiento de un estímulo sensorial, pudiendo provocar una conducta pasiva: el menor parece no escuchar, no responde a su nombre, tiene baja actividad motriz, etc. O una conducta activa: necesidad de buscar una mayor cantidad del estímulo para lograr procesarlo, evidenciando conductas como inquietud motora, golpes, poca noción del peligro, saltos y giros constantemente, etc. Estos perfiles pueden darse combinados entre los canales sensoriales.
Intervención en Integración sensorial
La intervención estará basada en las necesidades sensoriales específicas de cada individuo. También, será siempre a través del juego, como actividad significativa para los niños, de su interés y guiado por el/la terapeuta. Los sistemas esenciales a trabajar son los primitivos: propioceptivo, vestibular y táctil. Sin embargo, la experiencia logra completar por sí misma la estimulación de todos los sentidos. Además, el/la terapeuta deberá entregarte una guía de estimulación sensorial para el hogar, llamada “dieta sensorial” y de igual forma es relevante el trabajar en conjunto con los establecimientos educativos con el fin de establecer estrategias sensoriales en aula para una mayor oportunidad de aprendizaje.
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